Santa Marta 500 años: la memoria mancillada por la propaganda colonial

Con motivo del quinto centenario de Santa Marta, la ciudad más antigua de Colombia, las autoridades locales presentan al mundo una celebración impregnada de desprecio y manipulación histórica. Bajo la dirección del alcalde Carlos Pinedo Cuello y de Marcela Sierra Cuello, exfuncionaria del gobierno de Iván Duque, el evento se convierte en una glorificación de la conquista y en un borrado de los pueblos indígenas. La comunicación oficial traviste la realidad, ocultando las violencias fundacionales bajo un barniz de celebración.

Un afiche que insulta la memoria

El afiche oficial del 500 aniversario bastó para desatar la tempestad: un conquistador erigido como héroe, rostro altivo y mirada hacia el horizonte, mientras dos indígenas, con expresiones vacías y sumisas, permanecen detrás de él, brazos cruzados y ojos bajos. Sus ropas sencillas y apagadas contrastan violentamente con la armadura reluciente del colonizador. Estas siluetas relegadas al fondo de la composición encarnan el relato falsificado de una sumisión presentada como voluntaria. No hay mención alguna de las masacres, las enfermedades, las expoliaciones.

“Nos quitaron la vida, y hoy quieren robarnos la memoria”, escribía María Mercedes Carranza.

El saqueo colonial erigido en fiesta

Detrás de esta imaginería deshonrosa, la realidad histórica silenciada es la de un genocidio. Los tayronas, un pueblo floreciente, fueron diezmados: guerras sangrientas, enfermedades importadas, exilios forzados. En menos de un siglo, más del 80% de su población había desaparecido.

Eduardo Galeano lo recordó: “Las Américas fueron descubiertas como se viola a una mujer dormida.”

Hoy en día, los descendientes tayronas —koguis, arhuacos, wiwas, kankuamos— sobreviven en las empinadas laderas de la Sierra Nevada, protegiendo lo que queda de su mundo frente a la indiferencia y la rapacidad.

Carlos Pinedo Cuello: la corrupción erigida en sistema

El alcalde de Santa Marta, Carlos Pinedo Cuello, ilustra a la perfección la perpetuación de un orden colonial donde el poder y el enriquecimiento personal van de la mano. Mientras su ingreso oficial no superaba los 402 millones de pesos en 2023, construye una residencia de lujo en Montecarlo, valorada entre 4 y 7 mil millones de pesos.

Pinedo no es nuevo en los escándalos: favoritismos en la adjudicación de contratos públicos, irregularidades presupuestales, sospechas de enriquecimiento ilícito manchan su trayectoria. Su alcaldía no es una ruptura, sino una continuación de la tradición clientelista y opaca.

Marcela Sierra Cuello: el rostro moderno del neocolonialismo

Nombrada Gerente de Ciudad para coordinar las festividades del quinto centenario, Marcela Sierra Cuello es el reflejo de un poder que recicla sus cuadros. Ex alta funcionaria del gobierno de Iván Duque, participó en políticas que favorecieron proyectos extractivistas en territorios indígenas, particularmente en la Sierra Nevada y La Guajira, soslayando las consultas previas obligatorias.

Confiar la memoria de Santa Marta a Marcela Sierra Cuello es entregar la historia de las víctimas a quienes perpetúan el despojo.

Glorificación del verdugo, borrado de las víctimas

Bajo su dirección, las celebraciones transformaron la memoria en una falsificación: Rodrigo de Bastidas ya no es presentado como un depredador, sino como un “constructor”. La fundación de Santa Marta se presenta como un acto civilizador, despojado de sus crímenes fundacionales.

Gustavo Petro lo recordó: “Celebrar la fundación de Santa Marta sin reconocer el genocidio es celebrar el crimen mismo.”

El despojo continúa

Hoy en día, los pueblos indígenas de la Sierra Nevada siguen sufriendo la misma lógica de despojo:

  • Expulsiones para proyectos turísticos y extractivistas
  • Contaminación de ríos sagrados por explotación minera
  • Presiones paramilitares organizadas para el control de tierras

Bajo el barniz de la “modernidad”, la conquista continúa.

Conclusión: nuestra memoria no será enterrada

Santa Marta no es Rodrigo de Bastidas. Santa Marta es la resistencia silenciosa de los koguis, arhuacos, wiwas y kankuamos. Es la dignidad de un pueblo que sobrevive a pesar de cinco siglos de desprecio.

Rechazamos la glorificación de la sangre derramada. Exigimos una memoria justa, inclusiva e indígena. Exigimos que la verdad aplaste de una vez por todas el mito colonial.

Es hora de actuar: apoyar a las comunidades indígenas, denunciar los abusos, exigir el reconocimiento de la memoria colectiva. La resistencia no es solo un deber de memoria, es un deber de justicia.

G.S.

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