Colombia: Silencio de las armas, estruendo de impunidades – El caso Zapateiro y la cultura militar del acoso
Mientras la sociedad colombiana exige respuestas ante las violencias sexuales en las instituciones, el nombre del general retirado Eduardo Zapateiro vuelve a la escena, salpicado por una grave denuncia de acoso sexual. Detrás de este caso, se tambalea todo un sistema de impunidad militar. Lo que sigue no es una excepción, sino la norma brutal de una élite blindada por el uniforme. Y mientras tanto, las víctimas siguen pagando el precio.
Un alto mando frente a acusaciones sórdidas
En 2021, mientras ocupaba el cargo de comandante del Ejército Nacional, el general Eduardo Enrique Zapateirohabría enviado mensajes de contenido sexual a Liliana del Pilar Zambrano Ruiz, pareja del coronel José Luis Esparza Guerrero. Entre las solicitudes: fotos en ropa interior o completamente desnuda. La intención no era seducción: era dominación, imposición, castigo. ¿Qué ocurre cuando el deseo se convierte en orden y el uniforme en escudo de impunidad?
“Me gustaría verte sin nada, solo con tus botas militares…”
¿Quién se atreve a decirle que no a un general en funciones? ¿Qué protección tienen las mujeres civiles ante el acoso de un hombre con mando sobre miles de soldados armados?
La revelación fue publicada por el periodista Daniel Coronell, quien con capturas de pantalla y evidencia directa expuso al general ante la opinión pública. No se trata solo de una conducta inapropiada. Es una muestra del abuso de poder con fines sexuales en el corazón de la jerarquía militar. Una más. Una demasiado común.
Chantaje, carreras destruidas y complicidades
El coronel Esparza, víctima colateral del escándalo, fue expulsado arbitrariamente del Ejército poco después de enfrentar la situación. El mensaje fue claro: te enfrentas a un general, pagas el precio. Así opera el poder cuando se siente amenazado: destruye al mensajero, castiga al que protege a la víctima.
El Juzgado 49 Administrativo de Bogotá falló en contra de esa decisión, ordenando su reincorporación y el pago retroactivo de su salario. Pero esa victoria legal es la excepción, no la regla. ¿Cuántos oficiales fueron silenciados por menos? ¿Cuántas mujeres salieron del Ejército sin nunca atreverse a hablar?
¿Quién lo destituyó? ¿Quién firmó la orden? ¿Y quién miró hacia otro lado?
La complicidad no es sólo militar. ¿Dónde está el Ministerio de Defensa? ¿Dónde está la Procuraduría General? ¿Dónde están los medios nacionales que callaron esta historia?
La impunidad no se construye sola. Requiere una red de silencios, cobardías, y pactos de no agresión entre las élites.
Cultura de violación y doctrina del silencio
Este no es un caso aislado. En 2024, el general Yuber Armando Aranguren Rodríguez fue condenado a más de tres años de prisión por acosar sexualmente a una subteniente bajo su mando. Fue la primera vez que un general colombiano pisó una celda por ese crimen. ¿Primera vez? ¿En un país en guerra durante más de medio siglo?
Durante décadas, las comunidades rurales, las mujeres campesinas, las niñas indígenas, han denunciado violaciones cometidas por soldados, por paramilitares, por guerrilleros, y siempre ha habido alguien para negar, encubrir, desviar la atención.
El Ejército colombiano ha sido más eficaz silenciando víctimas que castigando violadores.
No es un accidente. Es una estructura. Es una ideología del poder donde la mujer no es sujeto de derechos, sino campo de batalla simbólica, y quien se atreva a denunciar, será arrasada por dentro y por fuera.
La impunidad como cadena de mando
Hasta hoy, Zapateiro sigue libre, sin cargos, sin investigación disciplinaria abierta. Su expediente duerme. Su imagen, protegida. Sus víctimas, invisibles.
¿Cuántas mujeres han callado? ¿Cuántas salieron del Ejército sin denunciar por miedo a las represalias?
En Colombia, el uniforme da inmunidad. El rango da poder. Y la justicia militar, históricamente, ha sido una farsa construida para proteger a los de arriba.
El mando no sólo se ejerce con armas, sino con silencios. Con expedientes archivados. Con periodistas que no publican. Con fiscales que miran al techo. Con presidentes que aplauden a sus generales.
Estructura podrida, vergüenza nacional
El caso Zapateiro no es una historia sobre un hombre. Es una advertencia sobre un sistema. Es la prueba de que la violencia sexual ha sido tolerada, encubierta y normalizada dentro de las Fuerzas Armadas colombianas. Desde los cuarteles hasta los clubes militares, el machismo ha sido ley.
Aquí no hablamos de excesos. Hablamos de una cultura institucional que humilla, acosa y destruye en nombre del deber.
¿Qué mecanismos reales existen hoy para que una mujer denuncie a un superior y no pierda su vida, su carrera, su dignidad?
Colombia debe elegir: o protege a sus generales, o protege a sus mujeres. No se puede hacer ambas cosas…
G.S.