Gaza: distribuir para matar
Mientras el ejército israelí bloquea sistemáticamente la ayuda humanitaria, abrió fuego contra una distribución de alimentos en Gaza supervisada por una ONG estadounidense que opera con el aval de Tel Aviv. Varios muertos, heridos en estado crítico y una escena de pánico bajo drones. Otra vez. No es un error: es una estrategia planificada.
Una distribución mortal
El viernes 31 de mayo, en Rafah, cerca de 6.000 civiles palestinos hambrientos esperan la llegada de camiones de comida anunciados por la “Gaza Humanitarian Foundation” (GHF), una organización creada en febrero de 2025 por iniciativa estadounidense. La operación está supervisada por el ejército israelí. Nada entra sin su autorización. La zona se declara “segura”.
Pero apenas se instalan los camiones, se escuchan disparos. Decenas de civiles caen al suelo. La Media Luna Roja Palestina informa de 31 muertos y más de 200 heridos. Videos autenticados por Al Jazeera y CNN muestran cuerpos acribillados a balazos, niños ensangrentados, madres gritando bajo el fuego. Varias víctimas fueron encontradas a metros del punto de distribución, prueba de que los disparos persiguieron a los que huían.
“Nos dijeron que era seguro. Dijeron: vengan a buscar comida. Y luego dispararon.” — Mahmoud, 26 años, sobreviviente herido en la pierna.
Médicos del hospital Al-Helal en Rafah confirman que la mayoría de las víctimas presentan heridas de bala de calibre militar, disparadas a corta distancia. Una enfermera en el lugar afirma: “No dispararon para dispersar, dispararon para matar.”
Una ayuda calibrada para matar
La GHF opera al margen del sistema humanitario tradicional. No está la ONU. No está MSF. Solo contratistas estadounidenses, logística militar y una “coordinación” israelí. Este modelo, promovido por la Casa Blanca, pretende eludir bloqueos. En realidad, establece un sistema donde la ayuda se convierte en herramienta de selección social, exposición mortal y propaganda.
“No puedo creer que esto lo hayan creado los estadounidenses. No somos animales para ser clasificados bajo fusiles.” — Sawsan, madre de dos niños, que acudió a por un saco de harina.
La GHF fue criticada desde sus primeras operaciones por ONG palestinas como Al-Mezan, así como por B’Tselem, el Observatorio Euromediterráneo de Derechos Humanos y el Norwegian Refugee Council. Estas organizaciones denunciaron la dependencia logística de la GHF respecto al ejército israelí, su opacidad en los procedimientos de distribución y la falta de garantías de seguridad para los civiles. Sus informes señalan violaciones manifiestas del derecho internacional humanitario, incluida la utilización del hambre como herramienta de control.
Desde octubre de 2023, más de 35.800 palestinos han sido asesinados, incluidos cerca de 14.000 niños, según el Ministerio de Salud de Gaza citado por la ONU. El PMA ha declarado hambruna en el norte. Los hospitales ya no funcionan. Y aun así, cada distribución de ayuda se convierte en un evento de alto riesgo. Un investigador de Human Rights Watch resume: “Es el único lugar del mundo donde ir a buscar arroz puede costarte la vida.”
La ayuda como coartada
Lo que la opinión pública occidental debe entender: la ayuda “autorizada” por Israel no significa el fin de la violencia. Es una prolongación de la violencia. Una escena de control. Un escaparate para blanquear crímenes de guerra.
Mientras los medios occidentales reproducen sin verificación los comunicados de la GHF, las ONG palestinas son silenciadas. Varios “corredores humanitarios” ya han terminado en masacres. Cada vez, las autoridades israelíes lo niegan. Y Washington encubre.
La responsabilidad de la comunidad internacional es aplastante. En la 56ª sesión del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, varias resoluciones que pedían un alto el fuego inmediato, la apertura de corredores humanitarios no militarizados y la investigación de crímenes contra civiles fueron sistemáticamente bloqueadas. Estados Unidos utilizó su poder de veto en el Consejo de Seguridad en cuatro ocasiones desde octubre de 2023, en particular para impedir la adopción de una resolución propuesta por Argelia en marzo de 2024, apoyada por 13 de los 15 miembros del Consejo. El Reino Unido se abstuvo en todas las propuestas, negándose a condenar explícitamente los bombardeos israelíes. La Unión Europea, dividida, no pudo emitir una declaración común, obstaculizada por la oposición activa de países como Alemania, Hungría y República Checa. Sudáfrica, Brasil e Indonesia pidieron una comisión internacional de investigación independiente.
Lo que vemos
Vemos una estrategia de eliminación lenta, deshumanizada, instrumentalizada. Vemos ONG prestándose al juego del ocupante. Vemos civiles atrapados entre el hambre y las balas. Y nos negamos a guardar silencio.
“Mi hija murió corriendo hacia una bolsa de pan.” — Samir, 54 años, testigo de la masacre.
Porque hoy, distribuir ya no es un acto humanitario. Es un acto de terror disfrazado de socorro. Los sobrevivientes no duermen. Temen cada anuncio de ayuda como una nueva amenaza. Los niños desarrollan trastornos severos de ansiedad. Un niño de 10 años, hospitalizado en Khan Younis, dejó de hablar después de ver morir a su hermano en una fila para obtener pan. Las ONG de salud mental hablan de una generación rota, aterrorizada por la espera, por la ayuda, incluso por la esperanza. En Gaza, el hambre está armada, y la solidaridad es una emboscada. En Gaza, es una trampa mortal. Y esa trampa tiene arquitectos. Tiene cómplices. Tiene responsables. Tendrán que rendir cuentas. Cada muerte tiene un nombre. Cada disparo, un autor. Y cada silencio, es parte del crimen…
G.S.